La paloma torcaz (Columba palumbus), ave especialmente esquiva y desconfiada en
el campo, es ahora una vecina habitual y confiada en nuestros parques, llegando
a anidar a escasos seis metros de una de mis ventanas.
Esta pequeña rapaz es una de las que
fácilmente podemos distinguir en nuestras ciudades, en cornisas de edificios,
en lo alto de alguna iglesia, o cuando viajamos por nuestras carreteras y lo
vemos en algún poste, inmóvil esperando descubrir algún roedor sobre el que
lanzará un certero ataque.