Finalizada ya su migración, y ubicadas en los territorios que les son favorables, las grullas no faltan a su cita diaria.
Desde hace ya varios años, junto con mi amigo Torcuato, nos desplazamos unos kilómetros de la capital, para disfrutar del espectáculo de ver llegar las grullas desde su dormidero, al lugar habitual de campeo. Encinares y cultivos son sus preferidos, encontrando aquí alimento fácil, dado lo variado de su dieta.
La mañana era bastante fría, el termómetro marcaba -3º pero con el viento calmado, la sensación no era muy desagradable.
Preparados los equipos, nos disponemos a “patear” la zona, en busca de instantáneas complicadas de tomar, pues su desconfianza no nos permite acercarnos demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario